Por motivos profesionales y motivos personales me estoy tomando un tiempo para reflexionar sobre la muerte, la pérdida y el duelo.
No es un tema que haya obviado durante mi vida, pero necesito un enfoque diferente. Sería una nueva perspectiva pasar de la huida y la esperanza de que no llegará el momento de marchar o de añorar, a la aceptación de los retos cotidianos y al desapego.
Y parece que cuando el destino decide llevarte al extremo, se confabula el universo y ensancha sus límites y se expande y se expande para enseñarte que no hay más límites que los que tu quieras vivir.
Así, te vas desapegando de personas, lugares, sueños y expectativas y te vas quedando con tu soledad bien entendida disfrutando de nuevas realidades que implican por un tiempo realizar el esfuerzo de vivir en el presente sin más.
No sé cuando llegas a la esencia, no sé cuando llegas a aceptar que, como tantas lecturas me han propuesto, lo que realmente importa es el ahora y la felicidad no podemos basarla en un inventado futuro. Me gustaría llegar a ese punto y ser alternativa y espiritual, pero, sinceramente me cuesta no marcarme objetivos y no emprender luchas y batallas para conseguirlos. Más, cuando mi trabajo es ayudar a clarificar objetivos puntuales y potentes.
Aunque también es acompañar y sostener.
Aquí es donde centro mi reflexión, con todas mis respuestas, mis dudas y mis miedos y voy abriendo puertas que me llevarán probablemente a pasillos largos y marrones con más puertas con letreros desdibujados.
Puerta que abro puerta que me ofrece mil emociones y mil incógnitas. ¿No sería más fácil no haber escogido el camino del crecimiento personal? ¿Llegaré a la esencia y dejaré de preocuparme o ilusionarme por lo que vendrá? ¿Quiero llegar a la esencia? Y abro otra puerta y me sumerjo.
Ante la muerte o el duelo aparece la vulnerabilidad y se apalanca tan cómoda y a sus anchas, que te asustas. ¿Cómo vivir así? Quizás serán el permiso y la aceptación, tomar medidas a las dimensiones de la pérdida que ha habido o que va a haber, lo que te lleve al camino de la resolución, si la hay. Porque cuando la vulnerabilidad se ha aposentado una sola vez en la vida, en el alma, ya no hay resolución sino nuevos caminos, más maduros, más estrechos, más ricos, más emotivos. Qué es para mi “resolución”? …más puertas…
Y aquí me quedo, buscando en mis recursos para ayudar y acompañar, y para crecer y superar. Y si no consigo dejar de proyectar mis sueños sí que consigo parar muy a menudo y poner atención plena en mi momento y en el tuyo, y valorar lo que ha quedado, que probablemente es mucho.
Porque aunque el tema se las trae y te lleva a pensamientos con tinte macabro, cuando descansas y dejas de abrir y cerrar, te queda en el pecho la sensación de paz, precisa y suficiente para vivir el momento con alegría, amor, generosidad y conexión, que tan amablemente te lleva a la despreocupación y a pensar que la plenitud es esto.
Como vivas la vida vivirás la muerte y trascenderás de una u otra forma. O no?
Por Camino Calvo/ Executive Coach
Inmediatamente pensé en una película en que el protagonista se duerme sonriendo y disfrutando de lo que ha hecho justo antes de morir. Si bien todos vivimos en cierto sentido “solos” para mi son las conexiones y las chispas que se crean en conjunto con otros seres humanos lo que nos permite saber que estamos acompañados, y todavía más que eso, que lo que creamos en conjunto es muchas veces lo más importante, sea una sonrisa, un hijo o un proyecto.
Totalmente de acuerdo, Sebastián.
Creo que lo que recordaremos al final de la vida, al mirar atrás y recapitular, es muy diferente a los objetivos que parece que guían nuestro día a día. Será la conexión, la ayuda, la ilusión, el amor que hayamos puesto en cada momento lo que nos hará desapegarnos con serenidad.
Un abrazo.