De la multitud de frases que se atribuyen a Albert Einstein nos quedamos con una: “La definición de locura es creer que, haciendo las cosas de la misma manera, se pueden obtener resultados diferentes.” Muchas empresas han descubierto su significado cuando ya era demasiado tarde, pero muchas otras todavía tienen la oportunidad de hacer las cosas de otra forma para tener éxito en un contexto más agresivo, competido y hostil que nunca.
Para ello sólo tienen que añadir la innovación a la lista de sus capacidades. No es un proceso complejo, ni se requieren enormes recursos. Hace falta una buena disciplina de trabajo y atreverse a cambiar algunos modelos de pensamiento.
Luis Ezcurra, Innovation & Business Development Director de Augere, nos explica cuáles son las claves básicas de la innovación, como instalarla en la cultura de la empresa y como asegurar que se quede en ella para siempre.
En la convención mundial de Directivos de Motorola del año 2001, Chris Galvin, Presidente de la compañía en su momento de mayor auge, dijo que “Innovación sin ejecución es alucinación”. Y es que, en muchas ocasiones, se confunde la innovación con la creatividad. Una compañía no puede vivir sólo de la creatividad, pero tampoco puede vivir sin la innovación. Innovar es hacer otras cosas o hacer las mismas cosas de otra manera. En los dos casos, el verbo hacer está presente. Para innovar hay que poner en práctica lo que se crea. Innovación es el proceso de transformar la imaginación en algo útil.
Poner en marcha una cultura de innovación en una organización es sencillo y no precisa grandes recursos. Requiere la disciplina de cumplimento de unas pocas reglas y está al alcance de cualquier empresa.
Hay dos creencias limitantes que suelen obstaculizar la cultura de innovación: la primera es que está estrechamente relacionada con la tecnología. Esto no es cierto. El desarrollo de la tecnología es consecuencia de la innovación, pero no es una condición sine qua non para que ésta se produzca. La segunda es que la innovación parte de la creatividad. Tampoco es cierto: la innovación empieza con un análisis acertado de la situación, con la identificación precisa del problema que hay que resolver o, mejor aún, con la articulación muy clara de la visión a la que se quiere llegar.
“Mi equipo ha creado una solución muy innovadora, pero todavía estamos buscando cuál es el problema que puede resolver”
Los procesos de innovación tienen tres fases claramente diferenciadas:
- Fase de identificación y diagnóstico: en esta fase, la energía se enfoca en identificar el problema o en describir la visión de cómo queremos cambiar la realidad actual. En el despliegue de esta fase es esencial que se pongan en juego tres modelos de pensamiento diferentes: el pensamiento visionario, que permite articular la visión que representa lo que queremos alcanzar; el pensamiento diagnóstico, que debe centrarse en identificar el problema real que hay que resolver y el pensamiento estratégico que debe iluminar los posibles caminos que hay que recorrer hasta llegar a la visión o resolver el problema.
- Fase de Resolución: En esta fase se encuentran las posibles rutas para llegar a la visión o resolver el problema. Para tener éxito, se pondrán en juego dos habilidades de pensamiento diferente: el pensamiento creativo, que permitirá generar multitud de ideas y el pensamiento evaluativo, que será clave para seleccionar de entre ellas aquellas que realmente son rupturistas y suponen un atajo hacia la solución.
- Fase de Implantación: aquí es donde las ideas se convierten en realidades. En esta fase suceden las cosas y para ello hacen falta otras dos habilidades de pensamiento diferentes: el pensamiento contextual, necesario para que alguien pueda liderar la “venta interna” de la solución y negocie con el resto de la organización el modelo de implantación; y una buena dosis de pensamiento táctico, que permita evaluar el impacto en la implantación, planifique los medios y se asegure de que se dan los pasos necesarios.
La estructura final del proceso quedaría como sigue:Para poder desplegar todo el proceso, las organizaciones tienen que seleccionar a un grupo de “agentes del cambio” en el que debe darse un adecuado equilibrio de estos 7 estilos diferentes de pensamiento de manera que, en cada fase del proceso, se puedan poner en juego los atributos necesarios. La selección de este equipo de impulso es esencial y conviene hacerla desde un proceso de evaluación de capacidades que asegure que todo el equipo cuenta, en su conjunto, con las dosis correctas de las 7 cualidades.
Las reglas del éxito de implantación de un proceso de innovación son:
Regla número 1: deben respetarse todas las fases del proceso.
Generalmente, las empresas comienzan el proceso de innovación directamente en la fase de creatividad, no identificando con precisión el problema que quieren resolver o la visión a donde quieren llegar.
Regla número 2: respetar el equilibrio de cualidades en el equipo motor del cambio
No deberá comprometerse el proceso como consecuencia de excesiva flexibilidad en la asignación de los roles. Los agentes de cambio deberán, en su conjunto, desplegar las cualidades necesarias para que el proceso de innovación progrese. No se admitirán miembros que no dispongan de la autoridad (no necesariamente de rango) necesaria.
Regla número 3: Mantener el proceso libre de crítica o juicio hasta la fase de evaluación.
Esta regla ha de ser inflexible: hasta el proceso de evaluación, las ideas no podrán ser juzgadas o criticadas, porque pueden ser válidas o, mucho mejor, pueden ser desencadenantes de las ideas que son realmente buenas.
Regla número 4: Implantar el proceso con situaciones reales.
La mejor manera de que la cultura se establezca es poner en marcha el proceso con retos reales, con problemas de verdad. Las personas involucradas aprenderán mientras ponen en marcha soluciones a problemas reales o descubren la forma de alcanzar un objetivo.
Regla número 5: Crear una plataforma de innovación permanente.
Cuando se implanta un modelo de innovación es imprescindible que la cultura se extienda por toda la organización. Tradicionalmente, se lanzan concursos de ideas a los que suelen acudir casi siempre las mismas personas que son las que tienen necesidad de aportar su contribución al éxito a través de su creatividad. Las plataformas tecnológicas nos permite extender el ámbito a toda la organización y, a través de un proceso de gamificación, asegurar la participación continuada de todas las partes de la organización y crear una comunidad interna que comparte ideas para resolver los retos reales en la que todos pueden aportar sus comentarios.
La plataforma de innovación sostenible
La forma de asegurar que la cultura de innovación queda integrada para siempre en la organización es convertir el proceso de innovación en algo que forme parte de su vida cotidiana. Antes decíamos que la innovación se aprende innovando, resolviendo problemas o creando rutas para llegar hasta la visión. Pero no siempre se producen las situaciones en las que los líderes de la empresa trasladan el reto o plantean la búsqueda de soluciones a un problema dado.
De todas maneras, es necesario mantener el calor del proceso innovador. Para ello se emplean plataformas de innovación sobre las que las personas que pertenecen a una organización pueden lanzar sus ideas e invitar a los demás a que las comenten. La plataforma funciona como un juego de bolsa, en el que las personas “apuestan” por una idea invirtiendo fondos virtuales. Los que contribuyen al crecimiento y mejora de las ideas obtendrán un mayor retorno que se puede traducir en diferentes beneficios para los participantes.
Al final del juego, las ideas que reciben más respaldo se “revalorizan” de forma automática y se pueden premiar de diferentes maneras. Una plataforma así permite que todos participen, aporten sus comentarios y declaren sus simpatías o interés por todo tipo de ideas y mantiene el proceso de innovación vivo de forma sostenible.
Por Luís Ezcurra, Innovation & Business Development Director de Augere