El liderazgo va muy unido a la transformación. El líder es capaz de articular una visión muy clara y atractiva de hacia dónde ha de caminar él con sus seguidores. La visión ó la meta son muy diferentes de cómo es la situación ahora. De ahí que el líder ejerce su influencia en medio de la transformación. No siempre es el líder quien crea la visión. A veces se trata de la meta de otro y con mucha frecuencia es la visión que crea el conjunto del grupo que es liderado. Pero lo que sí es una misión exclusiva del líder es articular dicha visión de manera que atraiga a los seguidores.
En esta faceta de articular la visión, las tareas de un líder y de un coach son muy similares pues ayudan a descubrir cual es la meta hacia la que caminan. El coach y el coachee hacen común el objetivo que va a alcanzar el segundo. Los dos lo comparten, pero será misión del coachee, y por tanto todo su mérito, conseguirlo. De igual forma, el líder articula la visión y la dibuja de forma que arrastre hacia ella a sus seguidores, pero es responsabilidad de todos alcanzarla. Igual que un coach cree fielmente que su cliente es, por naturaleza, una persona completa y llena de recursos, el líder tiene fe inalterable a que sus seguidores podrán desarrollar los recursos necesarios para alcanzar la meta que recoge su visión.
Una vez definido el objetivo, el coach ayuda a su cliente a identificar cuál es su grado de satisfacción con la situación actual. De igual forma, el líder reconoce cuales son los recursos y capacidades con las que cuenta su equipo de seguidores y cuáles son las que ha de desarrollar para llegar a la meta. La base del liderazgo es identificar cuales son las capacidades con las que cuenta el equipo y desplegar los mecanismos adecuados para desarrollarlas.
Llegados a este punto hay que tratar un tema vital en el ejercicio del liderazgo: el liderazgo no es una característica transitiva. No se otorga, ni se adjudica dentro de un marco jerárquico. Y, desde luego, no se puede constituir alguien en líder sólo porque él o ella lo quiera. El liderazgo se reconoce y se acepta mutuamente: el grupo/equipo reconoce al líder y éste acepta su papel y el líder reconoce a sus seguidores y éstos le aceptan como líder. Este proceso de reconocimiento-aceptación recíprocos se produce en el contexto de un triángulo formado por el grupo, la visión y el líder. Es este triángulo el que genera la fuerza que da lugar al liderazgo porque el grupo “compra” la visión pero sólo a través de su líder y el líder articula la visión pero para ese grupo. Se establece así un campo de fuerzas que da lugar al fenómeno del liderazgo.
¿Supone esto que sin visión no hay liderazgo? . Así es: el líder sólo existe porque hay seguidores y los seguidores le siguen hacia una meta determinada. Sólo así se produce la “alquimia” que transmuta la situación actual en el oro que deslumbra de la visión. Cuando el grupo se queda sin visión, el seguimiento al líder se convierte en un vínculo personal que deriva en una relación buena pero improductiva. Lo que ocurre es que los líderes de verdad saben apreciar cuando es necesario articular una visión nueva, una meta renovadora. El líder, entonces, recurre a su capacidad para gestionar las conversaciones y captar la energía de nuevo de sus seguidores.
El líder es plenamente consciente de que sólo la suma de la energía de todos los miembros del equipo es lo que les acercará a la visión que todos abrazan.
Por Luis Ezcurra/ Executive Coach y Partner de Augere